Amanecer de invierno.
Me despierto y sin abrir los ojos, siento el calor de mi perra durmiendo en la orilla de la cama, justo al lado de mis pies.
En mi casa hace tiempo que duermo en compañía.
Tardo un microsegundo en sentir su mano en mi cintura, el calorcito que se desprende de su respiración pegada a mi nuca. Si pongo un poquito de atención, hasta puedo sentir sus latidos.
Es invierno y todavía no amaneció del todo. Abro los ojos y la estufa apenas me deja ver la silueta de mi gato durmiendo enroscado en el jean que dejé en el piso. De fondo, en un volumen bajito suena Callejeros, yo y manía de dormir con música.
El ambiente huele a sexo, sahumerio y marihuana.
Me estiro un poco y agarro el vaso de agua sobre la mesa de luz, intento semi sentarme con mucho cuidado saliendo del calor de esos brazos y la cama. Mi boca está seca, tomo el agua y dejo el vaso en su lugar, escucho un suspiro y en apenas un susurro somnoliento me dice -Vení abrazame.
Obedezco a ese pedido y me acurruco entre esos brazos que parecen hechos a mi medida, pego mi cabeza a su pecho, mis manos acarician su espalda desnuda, enrosco mis piernas entre las suyas, nuestros cuerpos encajan cual rompecabezas de forma perfecta, sin abrir los ojos me besa la frente, me tapa hasta la cabeza. Y vuelvo a cerrar los ojos y a sentir el retumbar de un latido que se mezcla con un "[...]creo en tu sonrisa, creo en mí si te veo hoy y me pedis que no me rinda[...]".
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