Amiga.

Ahí estábamos de nuevo, vos llorando y yo preparando el mate.
Me contas como el mundo se te viene abajo por el mismo gil.
Te hizo de todo, desde infidelidad, pasando por insultos y hasta empujones.
Pero vos me contas que lo amas y no lo queres dejar.
Y ya no puedo juzgarte.
Solo toca escucharte y abrazarte.
Tu concepto de amor es muy distinto al mío.
Por eso sé que mis consejos de nada sirven.
Entre puteadas y lágrimas me contas como se mandó otra cagada más.
Todo se lo perdonas.
Tranquila gorda, ya va a pasar -te digo.
En tus ojos veo el dolor y en mi pecho queda la impotencia de no poder hacer más que 
pasarte un mate, escuchar y confiar que algún día vas a despertar y te vas a dar cuenta que semejante gil
jamás sabría dar amor.

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