Entradas

Tus alarmas.

  La alarma interrumpe mi sueño. Te tengo abrazado. Apagas la alarma.  Te abrazo mas fuerte, te aprieto entre mis piernas, pego mi pecho contra tu espalda. Paso mi nariz por tu nuca, te huelo, respiro hondo. Te beso el cuello. Me acurruco contra tu espalda, todavía no abro los ojos. Vuelan los minutos. Segunda alarma. Me quejo con un sonido. Vos y tu manía de poner tres alarmas. La apagas. Te das vuelta, y pego mi cabeza en tu pecho, me abrazas. El mundo se detiene. Me hago chiquita entre tus brazos. Mis ojos todavía están cerrados. No hay pensamientos rondando, solo silencio. Mi mente se apaga, vuelvo a dormirme. Tercer alarma, 5:45 am te dejo ir. Y el mundo vuelve a girar.

Mi religión.

Vos y yo idénticos en locura. Dicen que los opuestos se atraen, pero qué hay de los que se conocen en el mismo infierno, quienes comparten el mismo manicomio. Mismos placeres. Mismos excesos. Nuestros mismos traumas nos hacen perfectos. La habitación en llamas. Los dos piromaniacos. Verte arder. Encenderme también. Tu cuerpo y mi cuerpo rompecabezas que encaja perfecto. Tus vicios, tus delirios, el arte que maneja tu boca y todo lo que tu mente me provoca. Tus demonios juegan con los míos. Con vos en mi cama bajo al mismísimo infierno, te rezo en lenguas que solo vos y yo entendemos. Tengo orgasmos en mis retinas del placer que me produce verte.  Vos, mi cama y yo la única ceremonia a la que quiero asistir. Creemos nuestra propia religión, dejame acabar mis domingos comulgando entre tus piernas y terminemos al fin encharcando las sabanas de pura agua bendita.

No daba tanto miedo.

  Y una noche pasó… de repente recordé tu risa, el sonido de tu voz al pronunciar mi nombre, recorde tu piel, tu olor.  Vino a mi cada mirada tuya  que me hacía entender que el cielo existe y se apaga en un parpadeo. Pero hoy, justo esta noche, todo se volvió olvido y ese miedo recurrente llegó, se hizo espacio entre mis memorias  y lleno de vacío todos los recuerdos con los que nos mantuve unidos -o eso intentaba hacer- Una noche, esta noche, te olvide. Y sabes qué? El olvido no daba tanto miedo.

Nuestra nada.

Gaste cuadernos escribiendo de vos, porque harte a todo el mundo de tanto nombrarte. Te deje mil veces en mi cabeza. Repase esa tarde, detalle por detalle. No había más vuelta que darle, me dolias. Me dolía la nada que nos unía y mi corazón se confundía porque solo jugabas a quererme. Me cree historias, para llenar las respuestas a las preguntas que nunca contestabas. Me regalabas dudas.  No me querías pero no me soltabas. No te ibas pero tampoco te quedabas. Éramos nada, un nada que me encantaba.

Flotar.

No quiero pensar, dejar de meter cabeza a todo, no quiero avanzar, pero tampoco parar. No encuentro salida al pozo, pero vuelvo a trepar, quiero salir, pero vuelvo a fallar, el barro en mis piernas, quiero gritar, no escucho sonidos, solo mi respirar, quiero salir, pero pedir ayuda nunca es una opción, porque la niña que soy no puede mostrar fragilidad, porque la mujeres somos fuertes y no pueden parar.  Intento saltar pero de nada sirve si los pies del suelo no puedo despegar, pienso y sobre pienso, me hundo más, el barro hasta el ombligo, no puedo escapar, me ahogo, las lágrimas encharcan el pozo, la lluvia cubriendo todo, solo queda flotar.

Mi rareza.

  Me ahoga el mundo y sus expectativas. Mis expectativas. Me como la idea de como “debería” de ser alguien de mi edad, de como “debería” solo hacer lo que me enseñaron. Me tiene que gustar juntarme con gente y contar mis problemas. Me tengo que quejar del trabajo que tengo. Tengo que hablar de problemas económicos Tengo que maldecir a cualquier gobierno y repetir “todos son iguales”. Tengo que conformarme con relaciones fallidas. Debería tener ansiedad, estrés y mínimamente dolor de espalda. Porque sino soy la “RARA”. La que sabe amarse a sí misma, la que se siente completa, la que disfruta de los domingos paseando sola. Soy la “RARA” que piensa distinto y no tiene miedo a decirlo. Soy la “RARA”  que disfruta su trabajo aunque sueña con otro mejor. Soy la “RARA” que aprendió a dejar ir lo que no suma y a ser quien quiero ser.

Cobardia.

  Cobardía esa que viene desde el estómago y me retuerce en dudas, que me mantiene anclada al deseo de volar, mientras ni siquiera intento despegar los pies del suelo. Gran cobardía la mía de querer escapar, mientras me aferro a la puerta de la jaula.

Apagar la cabeza.

Tus ojos perdieron el brillo. Tus ojeras ocupan el protagonismo. No importa cuanto intentes fingir tus risas. A los demás tal vez los engañas. ¿Cuánto alcohol más? ¿Cuántas drogas más? ¿Cuánto sexo sin sentido es suficiente? No, dormir más no soluciona tu cansancio mental. “Apagar la cabeza” la frase que más resuena. Te esforzas pero volves a caer. Te preguntas si realmente queres estar bien. Ya dudas de la luz, porque hace tiempo que solo sentis oscuridad

Mi estateria mental.

Me enredo entre palabras sin fin. No puedo poner orden en las estanterías de mi cabeza. Apilo consejos que olvido aplicar. Busco silencios que por momentos no puedo soportar. Soy una contradicción hecha carne. ¿Alguna vez te cuestionaste cuánto dura la felicidad? Arreglo el desastre que veo en un rincón, patrones repetidos de generación en generación. Junto a la lista de sueños acomodo la de los miedos. Más al fondo frases que nunca te dije. Adelante dejo las opiniones ajenas, esas las uso en las madrugadas de insomnio, junto con las conversaciones que nunca tuvimos. Veo el lío de dramas familiares y duelos sin cerrar, pero eso ni lo toco, que se quede como está. Al fondo, encajonados, encuentro los momentos de soledad, mezclados con nostalgia y personas que ya no están. Veo el último estante, la caja más grande, titulada: Los traumas que me dejaste.

Nostalgia.

Extraño un pasado al que no quiero regresar. Vivo un presente en paz.. Pero mi sombra siempre está. La oscuridad cada tanto me viene a visitar. Llene de flores mi jardín interno y por momentos extraño el desierto en el que vivia. Me enredo entre versiones del pasado que ya no están.  Juego con mi oscuridad. Puse un foco nuevo en el interior del alma  pero aun lo apago cada tanto para habitar el vacio. La nostalgia me envuelve. ¿Quién extrañaría el dolor superado?

Mi dolor hecho arte.

  Hice de mi dolor una galería de arte. Primer sector:” La niña necesita atención”. Aquí expuestas están las heridas de soledad. Más adelante gigantes obras exhibidas conforman: “Los desamores que aun no pude superar”. Le siguen al recorrido obras del: “Drama familiar”. A la izquierda están: “Las adicciones que pude sanar”. Junto a estos se encuentran: “Los sueños que aplacé por intentar complacer”. El recorrido termina con: “El mundo me refleja mis heridas de rechazo”, lo conforman interminables obras de autoboicot, exigencias y control excesivo, todo disfrazado de un exquisito perfeccionismo. Espero que haya disfrutado del arte que conforman, la galería de mis traumas.

Mi nada.

  Días en los que estás off. El silencio retumba en todo el vacío interno. Sentís que todo va demasiado rápido y vos no entendes el ritmo. No te quedan fuerzas para pelear con tu mente. Solo seguís. No contas nada, porque a veces la tristeza se mezcla con dudas, con bronca, con inseguridad y ¿cómo explicar algo que ni vos comprendes? Te enojas con vos mismo, porque de nuevo estas con la cabeza asomando al abismo.  "Tengo todo para estar bien" -pensas, pero adentro, hace tiempo que nada se siente bien. Queres un abrazo, pero alejas a todo el mundo. No aguantas un reclamo más. Pasas horas en tu cabeza, un zombie tiene más vida que vos. El mundo te parece demasiado duro y vos estás demasiado frágil. Pero seguís. Fingís sonrisas, te esforzás para no cagarla en tu trabajo. Y seguís. “Todo bien”-contestas en automático. La vida se te pasa por delante y vos solo respiras.  Respirar, es lo único que te diferencia de un robot. No sentís nada. Un cuerpo vacío, una cáscara, sin nada...

Todavia no aprendi a quedarme.

Jugar al amor pero sin saber las reglas. Inventar reglas. ¿Y si mejor sin reglas? ¿Y si mejor sin amor? Huir. Las ganas de correr. Me quiero quedar, pero ¿qué hago con los miedos? Vuelvo. Te busco. Quiero quedarme. Pero, ¿Es esto lo que tengo que sentir? Quiero quedarme, lo juro.  Pero, ¿Es asi como se hace? Lo intento, pero ¿Y si capaz el problema soy yo?  Tal vez a mi no me funciona. -El maldito amor que tanto miedo da- dijo el Indio Solari. Quiero quedarme, pero ya no sé cómo. Me fui. Quise quedarme, pero corrí.

Me duele el mundo.

Corro detrás de cosas que ni siquiera sé si quiero alcanzar. Soy toda contradicción. Hoy me siento frágil y mañana indestructible. Armo poesía de mis partes rotas que ya no quiero reparar. Me pregunto cosas, que no sé si quiero contestar. Me pierdo en caminos que solo yo me invento. Quiero ser yo, pero me pierdo en los intentos. ¿Cuánto de otros hay en mí? ¿Cuánto de lo que pienso le pertenece a otros? Tengo vómitos con sabor a exigencias. Me ahogo en llantos que se convierten en dudas. La soledad es mi refugio ante todos los males. Me siento mucho, pero me creo poco. Me duele el mundo cuando me olvido de ir hacia adentro, y sin darme cuenta pongo el foco en el resto.

Ajedrez de amor.

Todavía no sé qué historia me vas a inventar, pero en el fondo sé que me vas a dejar. Fueron varias las veces que mi intuición me habló, pero mi corazón no entendió. Vos jugabas y yo te amaba. En tus historias siempre soy el drama. En el fondo algo me decía que no duraría. Jugabas al desinterés y yo jugaba a querer. No sé cuál será el movimiento final, pero derrumbas todos mis peones y jugas a matar. Ya no tengo más movimientos, jugué con un experto. Llegó el final. Jaque mate de amor.

Ser mis propios miedos.

Miedo a ser quien soy cuando nadie me ve. Miedo a la incertidumbre de la libertad. Miedo a la intensidad de mis emociones. Miedo a la larga lista de obligaciones que me atan a la persona que “debería” ser. Miedo a no cumplir mis propias expectativas, porque el miedo más grande lo tengo en mi mente, esa misma mente que me exige ser todo a la vez y ser perfecta, porque la equivocación es el peor de los miedos. Porque al final solo puedo ser lo que mis miedos, me dejaron ser.

Me quede.

  Me canso, no sé qué hago, qué digo, qué siento, qué pienso. Me pierdo y no sé dónde buscarme. ¿Dónde me dejé la última vez? ¿Cuando deje de ser yo por perseguirte? tu mundo era tan distinto, tanto dolor y yo ahí, sintiéndome mejor porque tu infierno era peor. Me acomodé ahí, porque vos me quemabas y yo estaba congelada.  Me quedé ahí, porque entre la sangre que brotaba de tus heridas, las mías apenas parecían raspones.  Me quede con vos porque los rotos no necesitan repararse, porque los infiernos no necesitan mejorarse. Me quede ahí, con vos, porque más te hundías y yo más me dejaba llevar, porque caer es feo, pero caer acompañada me traía paz.  Me destruí a tu lado porque me convertí en adicta a compartir dolores, nos lastimábamos y más me quedaba.  No sé si te ame a vos o solo amaba el dolor que me causabas, cada llaga nueva que tocabas, las heridas que me abrías porque yo te lo dejaba.  Te lastimé porque así funcionábamos.  En cada dolor, más amo...

Diciembre congelado.

 Una madrugada después de un llamado, mi cuerpo frío y el llanto inundando todo. Sin entender nada corrí, no hacia frío  pero yo estaba helada. Llegué. Tarde. Llegué y solo te besé. Las lágrimas desaparecieron. Te sentí. Tu cuerpo frío, tú olor, ya no era tu olor. La habitación blanca, todo blanco. Todo silencio. Las miradas intentando no mirarme. Y yo ahí, simplemente respirando,  mi alma abandono mi cuerpo esa misma madrugada que vos te fuiste. Todo blanco. Todo silencio. Nadie queriendo mirarme. Y yo simplemente me fui.  Y mi corazón se enfrió ahí, en esa camilla sintiendo el frío de tu mano. Sentir frío en verano. 4 de diciembre. Pleno verano. Beso en la frente, labios congelados.  Tus rulos, tu piel. Todo blanco.  Todo silencio. Todo helado. Te despedí mamá. Un diciembre congelado.

Septiembre.

Cuento septiembres un poco vacíos. Velas que ya no soplas, bizcochuelos que ya no haces, empanadas que ya no comemos en familia, entre risas y gritos. Abrazos y besos que ya no puedo darte. Dejaste un espacio. Un hueco que reconozco en cada abrazo tuyo que me falta, en cada compartida de mates que necesito con vos, para contarte mis mierdas y mis locuras. Pero estás. Sé que estás, en cada cactus con maceta horrible que veo. En cada mate dulce y lavado que me dan. En cada ropa que de vez en cuando toca remendar. Estás cuando dibujo y me conecto con mi creatividad , cuando vuelvo a ser la Dai chiquita que jugaba a pintar, tejer, coser, a crear y copiaba todo eso de vos. Te extraño pero te recuerdo en lo chiquito, en lo cotidiano. Te agradezco y cada tanto te hablo en mis sueños. Me haces falta Ma, pero me enseñaste a ser fuerte y fue esa fuerza la que tuve que recordar cuando decidí quedarme acá y seguir viviendo sin vos. Feliz cumple vieja